Un informe del Real Colegio de Médicos del Reino Unido apoya el uso del cigarrillo electrónico como herramienta para dejar de fumar. La comunidad científica abre el debate.
El uso del cigarrillo electrónico, también conocido como e-cigar o vapeadores, se ha extendido en los últimos años.
Desde que se popularizara entre muchos fumadores como una alternativa al cigarrillo tradicional, se ha ido abriendo un debate en la comunidad científica sobre la conveniencia de su uso como herramienta para promover el abandono del tabaco.
La última contribución a este debate ha venido del Real Colegio de Médicos del Reino Unido y su reciente informe ‘Nicotina sin humos’.
El documento supone una nueva actualización en la prevención de daños asociados al consumo de tabaco, teniendo en cuenta todos los productos de nicotina que no son tabaco tradicional, pero en particular aludiendo al rol de los cigarrillos electrónicos.
El texto considera que esta vía “tiene un enorme potencial para prevenir la muerte y la discapacidad por el consumo de tabaco, y para acelerar nuestro progreso hacia una sociedad libre de tabaco“.
El informe parte de la premisa de que el cigarrillo electrónico no supone una puerta de acceso al tabaco para los no fumadores y se ha constatado su uso entre personas fumadoras o ex fumadoras que lo ven como un hábito menos nocivo o como un tránsito en el camino hacia la deshabituación.
De hecho, puede suponer un incentivo para intentar dejar el tabaco, con la ventaja de que buena parte de estos intentos acaba en éxito.
Además, los médicos británicos subrayan que cualquier posible daño causado por el consumo a largo plazo del vapeo no puede excluirse por completo debido a la inhalación de otros ingredientes distintos a la nicotina, pero la clave es que presenta un riesgo para la salud sustancialmente inferior al del tabaco (menos del 5% con respecto a los cigarrillos normales).
Por último, alude a la necesidad de
“regular adecuadamente los cigarrillos electrónicos y seguir analizando su impacto en salud pero de un modo que no restrinja sus posibilidades como herramienta en la reducción de la carga de enfermedad asociada al tabaquismo“.
En los últimos años en España, se han abierto algunas líneas de investigación en este ámbito. Un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha desarrollado un método para analizar y comparar los compuestos que se absorben al fumar cigarrillos de tabaco y cigarrillos electrónicos.
El trabajo se ha publicado en la revista Journal of Chromatography. “Los resultados revelan que los cigarrillos electrónicos suministran nicotina a los fumadores pero no otros contaminantes que se transfieren con el tabaco, como el benceno, que es cancerígeno.
Es decir, en la comparativa los cigarrillos electrónicos resultan menos dañinos para el organismo, si bien lo ideal es no fumar”, explica Joan Grimalt, investigador del CSIC en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua.
Otra de estas líneas ha sido desarrollada por Miguel Guardia, del Departamento de Química Analítica de la Universidad de Valencia. Su equipo ha publicado recientemente un trabajo en Microchemical Journal en el que demuestran que vapear produce tres veces menos emisiones de partículas que el humo del tabaco.
La investigación analiza los efectos de fumar cigarrillos electrónicos y cigarrillos clásicos, y ha medido la calidad del aire en espacios cerrados y el aliento de los fumadores pasivos en los dos casos. Otro de sus trabajos analiza la cantidad de nicotina en saliva en fumadores pasivos, con cigarros electrónicos y convencionales.
En la saliva de los fumadores pasivos se encontró un nivel de entre 40 y 80 miligramos de nicotina por litro de saliva, mientras que para los vapeadores pasivos se hallaron niveles de entre 4 y 8 mg por litro; lo que supone del orden de siete veces menos exposición a la nicotina.